El día de
hoy decidí dormir en el SAFI. Ése que está cerca de mi casa. Dormir en un
hotel. Sin una razón en particular. Tengo un lugar donde dormir, una familia con
quien estar, sin embargo, fue el Safi con quien yo quería estar. Cuánto le he
temido a la soledad, cuánto he rehuido de ella, y ahora, he venido a buscarla en este luxury hotel. Sola
es como quería estar. He sentido ganas de llorar por muchos días que ya no los
puedo contar. Hay una tensión que ya no puedo tolerar estando acompañada. El
bullicio de los demás compite con el escándalo que hacen mis pensamientos. Me
ahogo en abrumación. Quiero
estar junto a mí, solo junto a mí. ¿Es eso tan disparatado? ¿Tan difícil de
entender?
Estaba
en medio de mi diplomado cuando vi las fibras de mi interior temblar, no
lograba poner atención, esquivé el oro líquido del profesor.
Necesitaba estar sola. Amo a mi familia, la amo tanto como a mí misma. Pero
dedicar tanto tiempo para agradar, reestructurar y salvar se está llevando mi
estabilidad. Mi futuro es un remolino, una tormenta de arena, otro país, desaparecer, ser tragada por el pantano de la venganza de otros. Soy distraída, y eso porque mis
pensamientos me gritan y me emboban, jalan mi atención. Pierdo el hilo de la conversación,
soy lenta y me siento frustrada.
Necesito
estar así, justo como estoy ahora, sola. Para revisar las grietas en el muro de
mi alma, las deformaciones en mi razonamiento, encontrar la tumba de mis miedos
y depositarlos ahí. ¿Es eso tan disparatado?
Cualquiera
pudiera decir, ¿por qué hacer eso en un hotel? ¿Por qué no hacerlo en cualquier
otro lugar? ¿En tu cuarto, quizás? Tienen razón, venir al Safi puede ser un
disparate. No hacer cosas buenas que parecen malas. Pero ahora, que estoy en la tina que no existe en mi casa, con
espuma burbujeando en el agua tibia, la velas con aroma a rosas y la música
barroca que solo a mí me gusta, pienso que no podía haber sido de otra
manera. Y mañana, el bullicio de los demás no me va a estorbar, porque mis pensamientos,
en silencio estarán.