miércoles, 28 de diciembre de 2011

Derroquemos a Adán y Eva


Estos últimos días he sufrido una sublevación interior. Recuerdo un antiguo empleo en donde la jornada de trabajo diaria era de diez horas, diez horas más tareas para realizar en casa por las noches... Un buen día, cuando mi ex jefe me encargó la lectura de un nuevo libro en horas extras, protesté, con justa razón, creo yo. Sin embargo, ante mi queja, él exclamó: "Toda la semana has atendido asuntos urgentes, pero la lectura de este libro no es urgente, es importante. ¿A qué le vas a dar prioridad?". Me quedé muda, y me acometí a la lectura de dicho libro. Me di cuenta de que me podía convertir en una de esas personas que viven como el conejo de "Alicia en el país de las maravillas", siempre con prisa, siempre corriendo para atender un asunto urgente, pero nunca dispuestas a sentarse, tranquilizarse y leer un buen libro o tener conversaciones valiosas con sus familiares o amigos. Tomé mis prioridades, y renuncié a dicho trabajo salvando mi salud mental y física. Decidí buscar un trabajo en donde se prime lo importante, aunque el sueldo no fuera muy bueno, regresé a la docencia después de seis meses de frenesí laboral (aunque con excelentes sueldos). No obstante, justo ahora me siento igual que como en ese antiguo trabajo, en un frenesí académico. Un frenesí académico no sólo urgente, sino importante. Pocas veces en tu vida te enfrentas con actividades que reúnan ambas cualidades.

Me parece gracioso que mis momentos de mayor inspiración lleguen en los picos de la acumulación de trabajo, entre más trabajos pendientes tenga, mayor inspiración me llega sobre mi novela. Me encontré el día de ayer terminando la mitad de la estructura de mi historia cuando claramente debía estar haciendo un trabajo atrasado... Me parece curiosa la manera en la que funciona el subconsciente, sinceramente preferiría que mi inspiración me llegara por las mañanas como a Henri Poincaré, pero me llega como a Picasso, cuando estoy trabajando, ¡pero en otra cosa! La frase memorable de este gran artista, "Si me llega la inspiración, que me encuentre trabajando", se cumple con inmaculada perfección en mi vida, me siento tan especial... Pero después de hacer una pausa, con una sonrisa en mis labios, y saborear la dulce inspiración que me ha llegado, bajo mi mirada a la computadora, doy un suspiro y... vuelvo a lo urgente. A la tan objetiva programación didáctica que debo entregar pronto... Y es entonces cuando despido con tristeza a mi inspiración y le digo: "no eres tú, soy yo... creo que debemos separarnos por un tiempo... Oh no, no te sientas mal, esto no es un rompimiento, es sólo que necesito espacio". Y vierto luego toda mi fidelidad a lo urgente, perspirando las horas y los días en espera de un descanso. Me pregunto, ¿y la inspiración no será como las personas despechadas que te dicen: "¡déjame y cuando regreses a ver si sigo yo aquí esperándote!"? ¿Estará la inspiración esperándome en mis momentos de descanso?

Reflexiono sobre las jornadas de cinco o seis horas de trabajo para producir dos folios de "texto final" y me pregunto: ¿cuándo fue la última vez que tuve cinco o seis horas libres al día? Francamente, la última vez fue cuando era alumna de bachillerato. Casualmente, mi mayor producción artística fue durante ese periodo, produje doce capítulos de mi novela, cien páginas en total. Al releerlas no me parecen buenas, pero en fin, fue una producción cuantiosa. Lo más que he producido en los últimos nueve años han sido tres primeros capítulos fallidos. ¿Cuándo dispondré de tiempo para lo importante? Y ahora viene la reflexión sobre la actualidad: en un mundo en el que se te exige cada vez más horas de trabajo, más títulos, más publicaciones, más dinero, más cosas o permanecerás desempleado,  ¿cuándo voy a encontrar tiempo para lo importante? Y sé que no soy la única que se siente presionada a convertirse en la mujer maravilla para lograr conseguir un trabajo, aunque sea mal pagado, siquiera para trabajar en la cafetería del colegio para por lo menos estar dentro... ¿No les suena esto un poco... patético? Recuerdo las palabras de Dios a Adán y Eva antes de expulsarlos del paraíso en Génesis 3 18:19: " La tierra te dará espinos y cardos, y tendrás que comer plantas silvestres. Te ganarás el pan con el sudor de tu frente"... ¿Oh, qué daríamos hoy para poder sudar nuestras frentes para ganarnos el pan? Ahora parece que el sudor en la frente no es suficiente... Estaría en orden entonces organizar una 15M internacional en protesta a los abusos cometidos por Adán y Eva y reclamemos una sociedad más justa, en donde la tierra no nos dé espinos y cardos. ¿Qué opinan?

  En este escrito no estoy intentando promulgar una queja en contra de la humanidad, la crisis económica mundial, el materialismo y el activismo actual,  más bien es que estoy produciendo un texto que es fruto de mi fidelidad a lo urgente, ¡yo soy una víctima más! Y yo sólo digo, si Berlusconi dimitió, ¿por qué Adán y Eva no han de hacerlo como Padres de la Humanidad si ellos fueron los que nos metieron en este embrollo...?

Escribir con la pluma del alma


"Busca, busca, busca..., y cuando encuentres, sigue buscando", estas fueron las palabras alentadoras del Dr. Sedano, profesor de la Universidad de Navarra, mientras charlábamos sobre la actitud de un investigador. Después de ser cuestionada sobre los aspectos más elementales de la antropología como, "¿qué es la persona?", "¿qué es la identidad?", "¿qué es la familia?", y descubrir con asombro mi ignorancia ante dichas cuestiones, salí de esa oficina con un fuego interior más vivo que nunca. Me sentía ávida por buscar respuestas, verificar datos, leer y releer, saborear cada palabra y cada vivencia que me acercara a la verdad... Ese fue el día en el que inicié mi Diario Intelectual, en donde reflexionaría únicamente sobre la vida de mi intelecto, sobre mi capacidad de aprender a pensar, a investigar, a filosofar...

He utilizado la escritura como terapia desde mi adolescencia, y he comprobado que funciona. El escribir sobre una situación problemática, por el simple hecho de haberlo puesto sobre un papel, ratifica y comprueba nuestra situación, y abre el camino para nuevas letras, en donde cabe la esperanza.  "Hay algo, quizás inconsciente, que nos sugiere que si puede ser escrito, puede ser controlado" (p. 91). La utilización de diarios que requieran del escritor añadir contenido sólo en el caso de tener una inquietud o un interrogante hace que los pensamientos que revolotean congestionadamente por la cabeza se asienten y tomen un rumbo fijo. Quizás esto sea porque al escribir, aunque sea de manera informal, se materializan los pensamientos en ideas estructuradas y manejables, se vierten en un espacio visible y sujeto a ser manipulado con el mero movimiento de los dedos en el ordenador. Tus ideas son ahora bytes transferibles por la red, ya no se encuentran únicamente en tu cerebro, o traducidos intangiblemente a palabras de alguna lengua, sino que están en formato digital almacenable, editable y transferible, con capacidad de estar en múltiples lugares al mismo tiempo. El escritor al mirar el progreso de cada reflexión en la pantalla del ordenador siente que dicho avance es equiparable con el de su vida intelectual, y que por el mero hecho de escribirlo se ha vivificado su intelecto.

Al escribir estas líneas me he enfrentado a lo que se conoce como "bloqueo del escritor", al concentrarme en escribir de forma sencilla y clara me descubro, de pronto, escribiendo aún más barroco y parco. Es como si el perfeccionismo al estar escribiendo redujera la fluidez de mis ideas. Muchas veces insistí a mis alumnos en clase de dramaturgia que el primer borrador de toda obra de teatro debe de ser un juego, como cuando un niño juega a los súper héroes con su primo, no se juzga, solo lo hace. He descubierto lo difícil que es aplicar esa regla en el mundo de la filosofía, escribir jugando y jugar con la escritura sobre conceptos filosóficos, autores, cuestiones profundas... todo sin sentir la responsabilidad de escribir perfecto o, por lo menos, discurrir adecuadamente. Pero, ¿no es el afán de perfección lo que inhibe la creatividad? ¿Será posible realizar un primer borrador filosófico despreocupados del deber ser del escrito? Al fin y al cabo, las reglas sobre cómo escribirlo correctamente ya se encuentran en nuestro subconsciente. Quizás sea mejor escribir sin compromiso para lograr un escrito comprometido, es decir, el escribir sin exigirnos, para editarlo posteriormente con gran exigencia y rigor, pero una vez que el texto haya sido parido con fluidez y, sobre todo, con deleite.

El lograr lo que Ferrater Mora plantea al decir que "la más viva filosofía se complace en elegir términos 'vulgares' para otorgarles un sentido insospechado" (p. 111) requiere del juego del filósofo. Saber ser como un niño y jugar al escribir. El no tomar tan enserio las magnas cuestiones sobre las que se discurre, para manipularlas y dominarlas con plena confianza, el divertirse escribiendo para hundirse en el dulce sabor de la filosofía, escribir por placer, como si nadie fuese a leerlo jamás. He descubierto que escribo mejor cuando pienso que nadie me va a leer, sucede que se desinhiben y agudizan todos mis procesos de razonamiento dando lugar a magníficos descubrimientos y reflexiones. En fin, una vez que se dé a luz una gran reflexión, le corresponde al escritor convertirse en adulto de nuevo y abocarse a editar afanosamente su texto.

Cuando me conecto con lo más profundo de mi ser, y evoco mis más profundos pensamientos, esos que no salen a la superficie en la cotidianeidad, es cuando escribo con mayor belleza, porque esas letras no son solo verdad, sino que son verdad interior. Y cuando una verdad interior pasa por la revisión rigurosa de un escritor formado, se puede convertir en una verdad pública.

Reflexiones de una futura filósofa


La lectura del primer capítulo del libro “El taller de la filosofía” de Jaime Nubiola fue para mí una experiencia muy placentera y motivadora, esclarecedora y orientativa para mi futuro profesional. Me llamaron la atención un gran número de reflexiones, citas y argumentos. Sin embargo, a fin de no extenderme demasiado, tomaré únicamente lo más importante para comentarlo.
Constantin Stanislavski
Lo primero que me llamó la atención fue la filosofía como una manera de vivir coherentemente con la verdad, es decir, que el filósofo no es únicamente quien busca la verdad, sino quien vive coherentemente con la verdad descubierta. Al leer esto recordé un principio básico de la actuación teatral propuesto por el padre de la actuación, Constantin Stanislavski, quien afirma que para lograr una actuación creíble y real el orden es “pienso, luego siento, luego actúo”, es decir, que para generar una emoción real que le corresponde a un personaje ficticio y, por ende, actuar como dicho personaje, es necesario primero pensar como el personaje y reflexionar como él. Esta regla me pareció muy similar al ejercicio de la filosofía, traduciéndola a “pienso (en lo que vivo), luego escribo, luego vivo coherentemente”, regla que al cumplirse crea un círculo virtuoso en donde la búsqueda de la verdad en la vida diaria se traduce en escritos y en una mejora continua de la propia vida que desemboca en mayores descubrimientos de la verdad y más escritos con reflexiones que expresar al mundo.


Sin embargo, debo admitir que nunca había relacionado el que alguien sea filósofo con que sea una persona de altos valores o coherente con los ideales que proclama. Más bien, he conocido de sobra “filósofos” que hablan mucho, pero viven poco o nada de lo que dicen.  Asimismo, he conocido otro tanto de filósofos que viven en su burbuja intelectual, desenterados de lo que sucede en el mundo real y conversando únicamente con los libros y con sus propios escritos. Esta situación causa que muchos llamen a los filósofos, erróneamente, “locos”, dado que viven en un mundo teórico y sin relacionarse socialmente. El enfoque que este libro proporciona sobre la filosofía me parece el ideal que todo aspirante a filósofo debe seguir, puesto que, de otro modo, se está siendo filósofo “a medias” o simplemente un hipócrita.  Quizás la incoherencia que he encontrado en pseudofilósofos que he conocido en mi pasado se deba a que “quien desea aprender está dispuesto a cambiar, y el cambio a veces puede resultar muy costoso” (p. 33), y es por el costo que muchos no cambian y no logran ser verdaderos filósofos.

Me gusta la idea de que escribir una tesis más que lograr un producto intelectual final, cause un cambio positivo en el estilo de vida, desarrollando hábitos intelectuales y aprendiendo a darle oxígeno a nuestra vida intelectual para que se mantenga viva por medio de la perseverancia en la lectura y la escritura. Asimismo, me llamó la atención la siguiente cita de Innerarity: “La filosofía no es otra cosa que una estrategia para fortalecer la atención” (p. 64), puesto que por experiencia propia puedo decir que cuando leo filosofía mis habilidades de razonamiento y de atención se muestran mucho más efectivas que cuando no lo hago.
 
Me pareció muy refrescante el recordatorio de que el ser filósofo implica conocerse a sí mismo, como se menciona en la página 51, “es imprescindible comenzar por uno mismo y tratar de identificar el propio carácter, sus rasgos más positivos y aquellos otros que pueden ser más negativos o incluso perjudiciales” para mejorar. Cuando descubrí la filosofía, a mis veinte años de edad, lo primero que hice fue un documento digital con lo que yo consideraba mis principales rasgos de personalidad y mi filosofía de vida. Me llevó mucho tiempo llevar a término el primer borrador, y sé que jamás terminaré de redactar borradores mientras siga filosofando y conociéndome a mí misma.

Me fascinó la definición propuesta de magnanimidad como “la capacidad de concebirse a uno mismo con la responsabilidad de aportar algo, si no a la historia de la filosofía, al menos a los que le rodean, y en consecuencia, capaz de organizar su vida en torno a esa tarea” (p. 57), pues dicha actitud de vida ha sido siempre mi sello distintivo y el mayor motor que me mueve a tener ambición profesional: el hecho de poder influir en el mundo que me rodea, poner mi granito de arena por hacer de mi entorno un lugar mejor por medio de mis talentos.

Como conclusión, el capítulo comentado en el presente trabajo significó para mí un retorno a mis antiguos saberes filosóficos que se encontraban ya un poco empolvados. Al leer estas páginas recordé antiguas motivaciones y filosofías de vida que me motivaron al instante, al sentir esa fuerte conexión con ideas que tenía tan presentes años atrás, y que por el concentrarme en actividades distintas a la filosofía, olvidé lamentablemente. Al leer esto siento gran motivación para vivir como filósofa, pensando sobre mi vida, escribiendo sobre ello y viviendo coherentemente con lo escrito.