miércoles, 28 de diciembre de 2011

Escribir con la pluma del alma


"Busca, busca, busca..., y cuando encuentres, sigue buscando", estas fueron las palabras alentadoras del Dr. Sedano, profesor de la Universidad de Navarra, mientras charlábamos sobre la actitud de un investigador. Después de ser cuestionada sobre los aspectos más elementales de la antropología como, "¿qué es la persona?", "¿qué es la identidad?", "¿qué es la familia?", y descubrir con asombro mi ignorancia ante dichas cuestiones, salí de esa oficina con un fuego interior más vivo que nunca. Me sentía ávida por buscar respuestas, verificar datos, leer y releer, saborear cada palabra y cada vivencia que me acercara a la verdad... Ese fue el día en el que inicié mi Diario Intelectual, en donde reflexionaría únicamente sobre la vida de mi intelecto, sobre mi capacidad de aprender a pensar, a investigar, a filosofar...

He utilizado la escritura como terapia desde mi adolescencia, y he comprobado que funciona. El escribir sobre una situación problemática, por el simple hecho de haberlo puesto sobre un papel, ratifica y comprueba nuestra situación, y abre el camino para nuevas letras, en donde cabe la esperanza.  "Hay algo, quizás inconsciente, que nos sugiere que si puede ser escrito, puede ser controlado" (p. 91). La utilización de diarios que requieran del escritor añadir contenido sólo en el caso de tener una inquietud o un interrogante hace que los pensamientos que revolotean congestionadamente por la cabeza se asienten y tomen un rumbo fijo. Quizás esto sea porque al escribir, aunque sea de manera informal, se materializan los pensamientos en ideas estructuradas y manejables, se vierten en un espacio visible y sujeto a ser manipulado con el mero movimiento de los dedos en el ordenador. Tus ideas son ahora bytes transferibles por la red, ya no se encuentran únicamente en tu cerebro, o traducidos intangiblemente a palabras de alguna lengua, sino que están en formato digital almacenable, editable y transferible, con capacidad de estar en múltiples lugares al mismo tiempo. El escritor al mirar el progreso de cada reflexión en la pantalla del ordenador siente que dicho avance es equiparable con el de su vida intelectual, y que por el mero hecho de escribirlo se ha vivificado su intelecto.

Al escribir estas líneas me he enfrentado a lo que se conoce como "bloqueo del escritor", al concentrarme en escribir de forma sencilla y clara me descubro, de pronto, escribiendo aún más barroco y parco. Es como si el perfeccionismo al estar escribiendo redujera la fluidez de mis ideas. Muchas veces insistí a mis alumnos en clase de dramaturgia que el primer borrador de toda obra de teatro debe de ser un juego, como cuando un niño juega a los súper héroes con su primo, no se juzga, solo lo hace. He descubierto lo difícil que es aplicar esa regla en el mundo de la filosofía, escribir jugando y jugar con la escritura sobre conceptos filosóficos, autores, cuestiones profundas... todo sin sentir la responsabilidad de escribir perfecto o, por lo menos, discurrir adecuadamente. Pero, ¿no es el afán de perfección lo que inhibe la creatividad? ¿Será posible realizar un primer borrador filosófico despreocupados del deber ser del escrito? Al fin y al cabo, las reglas sobre cómo escribirlo correctamente ya se encuentran en nuestro subconsciente. Quizás sea mejor escribir sin compromiso para lograr un escrito comprometido, es decir, el escribir sin exigirnos, para editarlo posteriormente con gran exigencia y rigor, pero una vez que el texto haya sido parido con fluidez y, sobre todo, con deleite.

El lograr lo que Ferrater Mora plantea al decir que "la más viva filosofía se complace en elegir términos 'vulgares' para otorgarles un sentido insospechado" (p. 111) requiere del juego del filósofo. Saber ser como un niño y jugar al escribir. El no tomar tan enserio las magnas cuestiones sobre las que se discurre, para manipularlas y dominarlas con plena confianza, el divertirse escribiendo para hundirse en el dulce sabor de la filosofía, escribir por placer, como si nadie fuese a leerlo jamás. He descubierto que escribo mejor cuando pienso que nadie me va a leer, sucede que se desinhiben y agudizan todos mis procesos de razonamiento dando lugar a magníficos descubrimientos y reflexiones. En fin, una vez que se dé a luz una gran reflexión, le corresponde al escritor convertirse en adulto de nuevo y abocarse a editar afanosamente su texto.

Cuando me conecto con lo más profundo de mi ser, y evoco mis más profundos pensamientos, esos que no salen a la superficie en la cotidianeidad, es cuando escribo con mayor belleza, porque esas letras no son solo verdad, sino que son verdad interior. Y cuando una verdad interior pasa por la revisión rigurosa de un escritor formado, se puede convertir en una verdad pública.

4 comentarios:

Jerry Elizondo dijo...

Siempre es bueno escribir, aunque no siempre se tiene el hábito de hacerlo. Aprovecha el ímpetu que traes y has de esta asignación un hábito, yo por mi parte trataré de hacer lo mismo.

Unknown dijo...

Muchas gracias Jerry, por tu comentario. Aprovecharé al máximo mi inspiración porque "con la práctica se hace al maestro". ¡Un abrazo primo!

Anónimo dijo...

Me encanta como escribes! Y me identifico en muchos de los pensamientos de tu articulo! Muchas felicidades!

Unknown dijo...

Muchas gracias a Anónimo por las felicitaciones. ¡Saludos!