miércoles, 28 de diciembre de 2011

Reflexiones de una futura filósofa


La lectura del primer capítulo del libro “El taller de la filosofía” de Jaime Nubiola fue para mí una experiencia muy placentera y motivadora, esclarecedora y orientativa para mi futuro profesional. Me llamaron la atención un gran número de reflexiones, citas y argumentos. Sin embargo, a fin de no extenderme demasiado, tomaré únicamente lo más importante para comentarlo.
Constantin Stanislavski
Lo primero que me llamó la atención fue la filosofía como una manera de vivir coherentemente con la verdad, es decir, que el filósofo no es únicamente quien busca la verdad, sino quien vive coherentemente con la verdad descubierta. Al leer esto recordé un principio básico de la actuación teatral propuesto por el padre de la actuación, Constantin Stanislavski, quien afirma que para lograr una actuación creíble y real el orden es “pienso, luego siento, luego actúo”, es decir, que para generar una emoción real que le corresponde a un personaje ficticio y, por ende, actuar como dicho personaje, es necesario primero pensar como el personaje y reflexionar como él. Esta regla me pareció muy similar al ejercicio de la filosofía, traduciéndola a “pienso (en lo que vivo), luego escribo, luego vivo coherentemente”, regla que al cumplirse crea un círculo virtuoso en donde la búsqueda de la verdad en la vida diaria se traduce en escritos y en una mejora continua de la propia vida que desemboca en mayores descubrimientos de la verdad y más escritos con reflexiones que expresar al mundo.


Sin embargo, debo admitir que nunca había relacionado el que alguien sea filósofo con que sea una persona de altos valores o coherente con los ideales que proclama. Más bien, he conocido de sobra “filósofos” que hablan mucho, pero viven poco o nada de lo que dicen.  Asimismo, he conocido otro tanto de filósofos que viven en su burbuja intelectual, desenterados de lo que sucede en el mundo real y conversando únicamente con los libros y con sus propios escritos. Esta situación causa que muchos llamen a los filósofos, erróneamente, “locos”, dado que viven en un mundo teórico y sin relacionarse socialmente. El enfoque que este libro proporciona sobre la filosofía me parece el ideal que todo aspirante a filósofo debe seguir, puesto que, de otro modo, se está siendo filósofo “a medias” o simplemente un hipócrita.  Quizás la incoherencia que he encontrado en pseudofilósofos que he conocido en mi pasado se deba a que “quien desea aprender está dispuesto a cambiar, y el cambio a veces puede resultar muy costoso” (p. 33), y es por el costo que muchos no cambian y no logran ser verdaderos filósofos.

Me gusta la idea de que escribir una tesis más que lograr un producto intelectual final, cause un cambio positivo en el estilo de vida, desarrollando hábitos intelectuales y aprendiendo a darle oxígeno a nuestra vida intelectual para que se mantenga viva por medio de la perseverancia en la lectura y la escritura. Asimismo, me llamó la atención la siguiente cita de Innerarity: “La filosofía no es otra cosa que una estrategia para fortalecer la atención” (p. 64), puesto que por experiencia propia puedo decir que cuando leo filosofía mis habilidades de razonamiento y de atención se muestran mucho más efectivas que cuando no lo hago.
 
Me pareció muy refrescante el recordatorio de que el ser filósofo implica conocerse a sí mismo, como se menciona en la página 51, “es imprescindible comenzar por uno mismo y tratar de identificar el propio carácter, sus rasgos más positivos y aquellos otros que pueden ser más negativos o incluso perjudiciales” para mejorar. Cuando descubrí la filosofía, a mis veinte años de edad, lo primero que hice fue un documento digital con lo que yo consideraba mis principales rasgos de personalidad y mi filosofía de vida. Me llevó mucho tiempo llevar a término el primer borrador, y sé que jamás terminaré de redactar borradores mientras siga filosofando y conociéndome a mí misma.

Me fascinó la definición propuesta de magnanimidad como “la capacidad de concebirse a uno mismo con la responsabilidad de aportar algo, si no a la historia de la filosofía, al menos a los que le rodean, y en consecuencia, capaz de organizar su vida en torno a esa tarea” (p. 57), pues dicha actitud de vida ha sido siempre mi sello distintivo y el mayor motor que me mueve a tener ambición profesional: el hecho de poder influir en el mundo que me rodea, poner mi granito de arena por hacer de mi entorno un lugar mejor por medio de mis talentos.

Como conclusión, el capítulo comentado en el presente trabajo significó para mí un retorno a mis antiguos saberes filosóficos que se encontraban ya un poco empolvados. Al leer estas páginas recordé antiguas motivaciones y filosofías de vida que me motivaron al instante, al sentir esa fuerte conexión con ideas que tenía tan presentes años atrás, y que por el concentrarme en actividades distintas a la filosofía, olvidé lamentablemente. Al leer esto siento gran motivación para vivir como filósofa, pensando sobre mi vida, escribiendo sobre ello y viviendo coherentemente con lo escrito.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me pareció interesante el texto, y
ayuda a la reflexión , precisamente en este tiempo de Navidad y año nuevo.
María García.

Unknown dijo...

Muchas gracias María, ¡saludos!