miércoles, 16 de octubre de 2013

“Alientos de un hombre común” de Enrique Mercadillo



Alientos... Alientos como verdes estepas en el alma del hombre. Alientos como escarcha iluminada de un corazón que vibra. El terciopelo blanco de las nubes y el vibrante color de un bosque salvaje. “Alientos de un hombre común”, es poesía escrita con la tinta de un alma en carne viva, jugo que recorre nuestro pecho que nos toca e inflama.

Enrique Mercadillo crea monumentos de la palabra construidos con la pasión de un beso, la ternura de un niño y la impetuosidad de un oso.  El arquitecto de esta obra poética, eterno romántico, sabio filósofo y gran amigo, logra erigir un hogar espiritual para su lector.

“Alientos de un hombre común” es más que solo poesía, es una visión de la vida, un viaje hacia el autoconocimiento, a “serlo todo.” Sus palabras evocan imágenes eternas de mundos paralelos, esos que existen en las ánimas de todo y de todos. Todos somos uno en su poesía sin tiempo, límites o espacio. Dota de auras espirituales a cada rosa, a cada montaña, nos hechiza con sus musas y nos forja sueños entre sábanas satinadas.

Con estas palabras, quisiera hacer honor a la dedicatoria de este libro, tomando como punto de partida los padres que le dieron la vida al autor, sus hermanos con quien compartió su camino, continuando con sus hijos que le dieron el aliento a esta obra y, finalizando, con el sentido del aliento, que son las musas. Estas palabras que les comparto más que una reseña, son el fruto de la inspiración que este texto encendió en mí. Este libro es fuente inagotable de inspiración, belleza y color. Lo que a continuación leeré, es la creación que nació gracias a la música de  estos “Alientos”.

Los padres y la libertad

Enrique nos guía entre senderos de libertad y miedo; la eterna paradoja.

“Anhelos rotos, uno tras otro.
sentencias que permanecen
aun después de la muerte del juez,
horrores ocultos de una niñez que nos debe.”

 “Gastamos una vida persiguiendo el sueño de otros.
Todos lo deseamos en una mañana con sonrisas.
Nadie lo encuentra en el aleteo de una mariposa.”
(fragmentos del poema: “Estelas de vida”)


Los padres pueden ser nuestro cielo, a la vez que nuestro infierno. Nuestra seguridad hacia afuera y nuestros miedos internos. ¿Cómo vencer el miedo? ¿Cómo llegar a una libertad plena, mirando con nuestros propios ojos y escuchando nuestras propias voces? La lectura de sus textos nos evocan estas cuestiones. ¿Cómo ser sordos al ruido de la sociedad y al estruendo del río por el que se nos demanda navegar? ¿Cómo lanzarnos a ese mar de nuestra vida, y tomar el timón en dirección a nuestros anhelos, en lugar de remar en el río de las expectativas de otros?

“Construí un espacio para guarecerme
y te perdí, libertad.
Buscándote en los basureros de la vida,
te creí oculta en la rebeldía,
y pelée hasta morir sin ti, libertad.
No llegaste a ninguna de mis luchas,
elusiva y engañosa libertad”.
Fragmentos del poema: “¿Libertad?”


Hermanos, compañeros de viaje

Los padrinos de su poesía, los copilotos de su infancia, los honestos consejeros forjadores de su experiencia núbil. Luces críticas en el andar y faros de veracidad en nuestro camino. Quienes nos toman de la mano y nos guían; quienes son cómplices, cuando lo necesitamos. Ellos acompañado al autor en su camino, su poesía no sería si ellos no hubieran existido.

Los hijos, que dan el aliento

En el dolor de parto nace el aliento, ese que con llanto infantil nos otorga la vida de nuevo. No nacen ellos, nacemos nosotros. Pues son los hijos, los que nos dan la vida. Cuando estamos bajo tormenta, son ellos quienes nos dan el aliento para levantarnos y seguir, ellos son el aire que nos mantiene aquí. Los hijos son aliento, aliento, la vida; gracias a los hijos por esta poesía.

Las musas, que dan el sentido

Las diosas inspiradoras, guerreras, apasionadas y sempiternas. Esas diosas que le dan sentido al aliento, y por ende, a la vida. Nos dejamos el alma por sus fragancias en una mañana de invierno, que nos seduce y calla. Con una caricia que nos derrumba y teje. Sueños de tierno dolor y sufrimiento sublime, anhelos de amor roto y desprecios cariñosos.

Ese intoxicante deleite de la musa que nos da sentido:

“Conociéndote comprendí
que debía mantenerme lejos
del aroma intoxicante de tu piel
de la trampa infinita de tus labios”

Así que te encontré y
te perdí en el mismo instante.
Te amé y te odié
desde todo mi ser y hasta la eternidad

Después quizá, pueda haber otra oportunidad”
Poema “Intoxicante”


Esa adicción al ser amado, la necesidad desgarradora de la esencia de esa persona.
Un libro romántico, lleno de musas, de pasión y desamor, ese es este libro, que nace en filosofía y termina con la definición de su autor. Enrique, en su poema “Soy”, echa un vistazo a la bóveda celeste de su ser, erizándonos la piel y transportándonos a mundos de colores infinitos:

Soy

“Un tiempo sin distancia,
el eco de un pasado,
la muerte de un silencio
el cielo con estrellas,
pero sin luna.

Soy a veces demasiado;
en otras, alcanzo el Universo.
Regreso del pasado,
reniego del futuro.

Soy presente eterno y liberado,
arena de mar en una ola,
enjambre, locura, respuesta,
la que no esperas.

Soy eso que se me olvida,
lo que hice y ya no importa,
lo que cambia y ya no es,
el miedo de una mañana.

Soy a veces adormilado,
indiferente ante el recuerdo repetido,
descanso a la sombra de una rosa,
el canto de alguien.

Soy también el llanto de un niño,
el sueño de un viejo.
Soy todos y ninguno.
Soy hombre, sexo, agresión, silencio.”

“Soy inicio y final.
Soy eterno aliento,
posibilidad e insolvencia.”


Recomiendo para disfrutar de este obra, paladear un poema a la vez.  Catar el aroma de cada palabra, escrutar las tonalidades de cada verso. Tener una copa a la mano y un paisaje a la vista, ya sea de la amante naturaleza o de ese alguien que es, fue o será nuestro amor apasionado. Verter en nuestros ojos el vino del poema y dejar que su sabor nos embriague de luz escarlata.

Sobra decir que recomiendo esta obra, sea para ornamentar su espíritu con reflexiones brillantes, para pincelar de pasión su experiencia de vida o si les falta el aire para la creación, oréense un poco con estos “Alientos de un hombre común”, entonces las musas visitarán su hogar.


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